Hombres sin ganas, ya no quieren nada
ni un favor.
Se comen las horas, reprochan las sobras
y se alejan del sudor.
Comen fachadas estropeando el hogar,
olvidando palabras quieren significar,
y aún creciendo no saben,
a lo que mantienen.
Muere en sus dominios
lo incontrolado nacido.
A donde va el rencor
que termina en cualquier mano,
liberado a toda voz
en un sillón de mando.
A donde muere el valor
que no se oye en ningún lado,
y se debilita su latir
cuando nos callamos.
Adriano De Luca.
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